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La doctrina Trump
Se viene la doctrina Trump y no es algo ideológico, es pragmática y transaccional.
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Esta columna se iba a titular, desde la semana pasada, como la Doctrina Monroe 3.0, pero no. Analizando bien lo que fue el primer gobierno de Donald Trump (2017–2021), luego su política exterior en lo que va de su segundo gobierno (2025–2029) y la publicación de la Estrategia de Seguridad Nacional, los diferentes elementos como para hablar de una doctrina presidencial al mejor estilo de Estados Unidos (el país con más doctrinas y cambios en su política exterior), porque todos los elementos se reúnen. Tomando lo anterior en cuenta, esta es la primera propuesta doctrinaria de un presidente estadounidense desde George W. Bush y su doctrina de la Guerra Preventiva, presentada precisamente con la publicación de la Estrategia de Seguridad Nacional del 2002. La última gran doctrina de política exterior de Estados Unidos con impacto global. A pesar de lo que lea en internet, ni Barack Obama ni Donald Trump, en su primer gobierno, ni Joe Biden tuvieron una doctrina con las características necesarias.
En mi columna de la semana pasada (Reviviendo la Doctrina Monroe, Prensa Libre 7/12/2025) hice un breve contexto histórico de la Doctrina Monroe de 1823 y luego el corolario a la misma de Teodoro Roosevelt entre 1904 y 1905. Que la Estrategia de Seguridad Nacional 2025 de Estados Unidos diga que busca revivir la Doctrina Monroe ameritaba este contexto. Pero, más allá de que la política exterior de Estados Unidos siempre cambia según sus presidentes, porque los más destacables siempre tuvieron una doctrina o bien definieron el rumbo del “coloso del norte” internamente, pero con claras consecuencias en su política exterior, los cambios actuales tienen un giro particular, tanto en forma (el discurso de Donald Trump, que cada cosa que dice es noticia), pero de fondo, en la justificación teórica que la nueva doctrina llama un “realismo flexible”, lo que es una mezcla de una tradición milenaria de una filosofía política con el toque particular que ha caracterizado a Donald Trump.
América Latina y el Caribe serán redefinidos como los hijos malcriados del Tío Sam.
El realismo político es pragmático, representado en el pensamiento de dos grandes exponentes como Maquiavelo, que escribió en su famoso El Príncipe (1532) que “el fin justifica todos los medios”, y Armand Jean du Plessis, mejor conocido como el Cardenal Richelieu, que sometió toda consideración de política exterior al interés de un Estado, justificándolo como simplemente una Razón de Estado. ¿Qué es, entonces, un realismo flexible? Pues, es todo lo anterior, anteponer los intereses de Estados Unidos por encima de factores económicos, morales, sociales, culturales, de derechos humanos, deportivos y todo lo que usted, querido lector, pueda pensar y reducirlo todo a una cuestión puramente política, pero que está abierta a una negociación. Ahí está el elemento transaccional que Donald Trump y sus seguidores, en especial el vicepresidente J. D. Vance, siguen como camaleones y que está descrito en el libro del presidente, El arte de la negociación (1987). Lo recomiendo para entender el pensamiento que ha guiado a Donald Trump y que me permite dar esta opinión.
América Latina y el Caribe serán redefinidos como los hijos malcriados del Tío Sam, esa figura alta, espigada, de pelo blanco, que denota sabiduría, mientras todos nosotros estamos lejos, muy lejos de eso. Washington tendrá argumentos de sobra para presionar su agenda en nuestros países y, seamos honestos, porque Trump mató las ideologías (vean el trato al alcalde electo de Nueva York y el perdón a Juan Orlando Hernández), todo será una transacción, un quedar bien, no una cuestión ideológica. Pocos están listos para lo que se viene, que, insisto, es recio. ¡Feliz domingo!