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Dos visitas que lo cambiaron todo
“El encuentro, la caridad y la atención a los pobres son fundamentales para la Iglesia y para la construcción de un mundo más justo y fraterno”.
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En la lengua de Jesús, los términos “biqur” o mejor “faqad” designan la “visita” en sentido general, calificándola como ocasión de encuentro, de hospitalidad para con el huésped y bendición para el anfitrión.
“El encuentro, la caridad y la atención a los pobres son fundamentales para la Iglesia y para la construcción de un mundo más justo y fraterno”.
La Buena Noticia de mañana se centra en dos visitas que fueron capaces de cambiar las vidas de quienes recibieron, más o menos a sabiendas, la visita del mismo Dios: 1) Abraham es visitado en su humilde campamento bajo la encina de mambré, cerca de Hebrón —en realidad, “mambré” se refiere al cedro o árbol similar, de gran utilidad en el desierto—. Es la “visita de Yahvé” en forma de tres personajes, en quienes la tradición de los Padres ha reconocido a la Santísima Trinidad, hecha famosa por muchas representaciones a través de los siglos, entre ellas, la del icono ruso de A. Rublev (1360-1430 d. C). San Agustín de Hipona leía el pasaje refutando a quienes negaban en su tiempo la existencia de una “trinidad” y exhorta a tener las dos actitudes de Abraham ante Dios: hospitalidad en su presencia velada, y Fe en sus promesas. Así, la promesa hecha sobre el futuro hijo de Sarah en un año refresca la certeza de que para Dios no hay nada imposible, si hospitalidad y Fe se unen para acogerlo. Por ello, a pesar de la risa de Sarah que escucha escondida, el niño nacerá llamándose Isaac o “Dios ha sonreído”, por no decir que “quien ríe de último ríe mejor” (¡!). Abraham no ve, pero cree que la presencia del forastero traerá —como lo pide luego— el cumplimiento de la bendición que esperaba, tierra e hijos. Una actitud hacia el que pasa tan ajena al mundo actual, donde, a excepción del turismo y los altos precios y ganancias, en realidad no se espera o cree en valor de la persona “de paso”, tal y como sucede con el rechazo al migrante, en su criminalización fuera de todo marco legal y en el cultivo de la xenofobia que el siglo pasado creía superada.
2) La segunda “faqad” es muy propia de San Lucas: en su Evangelio abundan las “visitas que cambian las cosas”: la visita a Naím y la resurrección del hijo de la viuda, la visita a Zaqueo y su conversión porque “recibió a Cristo en su casa”. Claro, en paso por tierras samaritanas, Cristo fue repelido por los habitantes y su orgullo, como en el caso de su visita a su propia Nazareth natal. Lo más dramático: el rechazo que tendría en Jerusalén (Lucas 19,41-44) donde se conserva en el camino la capilla “Dominus flevit” (el Señor lloró), en recuerdo del rechazo que terminó con su pasión en la cruz. En la casa de Bethania (“casa de pobres o de aflicción) se reúnen las dos actitudes que la hospitalidad reclama: la atención a su Palabra por parte de María, siendo él mismo la Palabra hecha carne, y la solicitud por su humanidad por Marta, a quien no se condena por su servicio, sino se llama a privilegiar la atención a las personas: el equilibrio entre oración y acción según Benedicto XVI. Elementos también faltantes en un mundo que ante la migración y la dicha xenofobia parece agotado del extranjero, de forastero y recurre hasta a la invención de crímenes en su contra (Carta de los Obispos de México y Centroamérica sobre el drama migratorio, 09.07.2025). “El encuentro, la caridad y la atención a los pobres son fundamentales para la Iglesia y para la construcción de un mundo más justo y fraterno” (Papa León XIV, Mensaje para la Jornada de los Pobres, 16.11.2025).
Que la tendencia a fronteras denigrantes y la desaparición de centros de acogida, pero también la creciente sordera a la Palabra y paso de Dios en toda persona, se superen al retomar la hospitalidad cristiana, y que esos encuentros sean motivos de esperanza y bendición como indicó por el mismo Señor: “Fui extranjero y me acogiste” (Mateo 25, 35-46).