Francisco Arévalo: “El convite se lleva en la sangre, es una herencia que no se olvida”

Francisco Arévalo: “El convite se lleva en la sangre, es una herencia que no se olvida”

Con su arte, busca preservar y mostrar la riqueza cultural de la danza tradicional de Quiché, un legado generacional que lleva en la sangre.

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15/06/2025 11:10
Fuente: Prensa Libre 

Desde el corazón del Quiché hasta escenarios internacionales, el Arquitecto Juan Francisco Arévalo Mayen ha llevado el arte de las máscaras del convite de Quiché más allá de las fronteras de Guatemala.

Combinando el arte heredado de su padre Francisco Arévalo con su formación académica y su natural talento, ha dado vida a obras que celebran la cultura popular guatemalteca. Desde Santa Cruz del Quiché, ha visibilizado al Convite Centenario de La Hermandad de Santa Elena de la Cruz del Departamento de Quiché —declarado Patrimonio Cultural Intangible de la Nación desde el año 2003— y ha sido figura clave para que esta tradición se replique en escenarios de Estados Unidos.

Con más de tres décadas de trayectoria, Arévalo ha integrado escultura, pintura, restauración monumental y creación de relieves, proyectando el arte popular como símbolo de identidad, legado, tradición y ancestralidad.

Sus trajes de fantasía han destacado en certámenes internacionales como Miss Universo y han sido reconocidos en América, Filipinas y Rusia por su riqueza simbólica y estética.

Actualmente, dirige Arte Jade: La Casa de las Máscaras, que con el transcurrir de los años se ha convertido también en un espacio formativo para nuevas generaciones de artistas.

Arévalo ha liderado importantes proyectos de restauración patrimonial, como el del templo y convento de Santo Tomás Chichicastenango, en colaboración con la Fundación para la Conservación del Patrimonio Cultural y la Embajada de Estados Unidos.

Su obra ha traspasado fronteras y fue presentada en el Travel Adventure Show, en Los Ángeles, California, donde compartió con el mundo la riqueza de las máscaras guatemaltecas.

¿Cómo inició su pasión por el arte de las máscaras?

Todo comenzó con un nombre que, desde hace más de tres décadas, nos representa con orgullo en el occidente del país: Arte Jade. Este sello familiar nació en Santa Cruz del Quiché y simboliza una tradición que corre por nuestras venas.

Mi padre José Francisco Arévalo fue quien sembró en nosotros —mis hermanos Marvin Ronaldo y José David, más la presencia familiar de un primo Erick Mayen— la pasión por el arte.

Por más de cincuenta años, él se ha dedicado a la elaboración de máscaras para los convites, así como también ser parte viva danzando, una tradición profundamente arraigada en la región de Quiché y declarada Patrimonio Cultural Intangible de la Nación. “Gracias a él, desde niños estuvimos inmersos en ese universo de formas y colores”, agregó.

(Foto: Prensa Libre / Juan Francisco Arévalo)

(Foto: Prensa Libre / Juan Francisco Arévalo)

Comenzamos moldeando figuras pequeñas en plastilina, y fue en 1995 cuando dimos el paso para crear nuestras primeras máscaras. La fascinación por los trajes de convite —con sus máscaras, accesorios y vestuario— nos atrapó por completo.

Con el tiempo, esa herencia cultural se fortaleció con la formación académica, lo que me llevo a crear esculturas monumentales, trajes de fantasía para certámenes internacionales, y a desarrollar proyectos arquitectónicos y de restauración.

Aunque me formé como arquitecto, mi verdadera vocación vive en este taller, porque aquí está mi identidad, mi raíz y lo que más disfruto hacer.

(Foto: Prensa Libre / Juan Francisco Arévalo)

(Foto: Prensa Libre / Juan Francisco Arévalo)

¿Cómo ha evolucionado su técnica en la elaboración de máscaras?

Nos formamos en lo que llamamos la vieja escuela del arte, en una época donde todo era más natural y orgánico. En los años ochenta y noventa moldeábamos con barro negro, amarillo o café, materiales que venían directamente de la tierra. Así nacieron nuestras primeras esculturas.

El proceso artesanal era casi un ritual: tras modelar con barro, aplicábamos capas de papel adheridas con yuca —un almidón natural—. La pieza se secaba al sol, se cortaba, se unían con costuras a mano —como una cirugía— y se recubría con yeso y cola de res hasta solidificarse, una especie de capa de imprimación de antaño.

Con el tiempo, comenzamos a modernizar la técnica. Dejamos el barro y pasamos a la resina y la fibra de vidrio, que, gracias a los catalizadores, secan en horas. Una máscara que antes tomaba ocho días ahora puede completarse en dos.

Actualmente, el proceso de modelado se realiza con plastilina de escultor, como se hace en todo el mundo. Luego creo los contra moldes, aplico la resina y la fibra, y paso a las fases más artesanales: el pulido, el lijado y la pintura. Primero fondeamos por aspersión con pistola y compresor; luego, trabajamos detalles con aerógrafo y pincel.

En Arte Jade participamos en cada etapa, desde el modelado hasta el acabado pictórico. Cada máscara es una pieza única, una historia contada con manos, memoria y pasión.

Con sus creaciones Arévalo sigue aportando al Convite Centenario de La Hermandad de Santa Elena de la Cruz del Departamento de Quiché. (Foto: Prensa Libre / Juan Francisco Arévalo)

¿Cómo ha sido poder llevar la cultura guatemalteca a escenarios internacionales?

Es una experiencia que marcó mi vida. En 2020 tuvimos la oportunidad de participar en el Travel Adventure Show, en Los Ángeles, California, gracias a una beca que nos otorgaron.

La invitación surgió a raíz de uno de los trajes que confeccionamos para Miss Guatemala. Una señora que admiraba nuestro trabajo nos contactó, nos visitó en Quiché en 2018 y fue quien gestionó nuestra participación.

Empacamos nuestras máscaras, trajes, sueños, y viajamos a mostrar el alma de nuestra cultura. Ese evento reúne expresiones culturales de todo el mundo. Allí estaba Guatemala, junto a Brasil, Filipinas y África, y nosotros presentamos las máscaras del convite, una de las tradiciones más auténticas que tenemos.

Mi hermano se vistió como el príncipe Tecun Umán y recorrió el lugar, mientras visitantes de todo el mundo se acercaban a fotografiarse. Nos preguntaban con curiosidad sobre las máscaras, su historia, los materiales. Fue entonces cuando comprendimos el poder del arte para cruzar fronteras.

Arévalo formó parte del proyecto Jade Necklace, junto a BGT Bella Guatemala Travel, de Los Ángeles. (Video: Prensa Libre / Juan Francisco Arévalo)

Pero lo que me tocó el alma mucho más, fue una palabra que se repitió una y otra vez: nostalgia. Ver a guatemaltecos emocionarse con la marimba, las danzas y nuestras máscaras fue conmovedor.

Un compatriota en Los Ángeles me dijo: “Aquí se maneja mucha nostalgia”. Esa necesidad de conectar con nuestras raíces ha llevado los convites a distintos puntos de Estados Unidos.

Un ejemplo es el convite de Guatemala en Rhode Island, Providence, donde cada septiembre —en honor a las fiestas patrias— conviteros de Joyabaj, Zacualpa y otros municipios del Quiché desfilan con marimba en vivo por las calles. Es un espectáculo lleno de emoción, orgullo y añoranza.

Es realmente inspirador ver cómo nuestras tradiciones se mantienen vivas fuera del país. Logrando generar eso que en el mundo del folclore se denomina Proyección Cultural, ser parte de ese puente cultural es, sin duda, uno de los logros más importantes en mi carrera.

Fue parte de la preparación y presentación del Convite Patrimonio Cultural de Santa Cruz del Quiché en varios estados de la Unión Americana en el 2014, 2016, 2018 y 2019 (Foto: Prensa Libre / Juan Francisco Arévalo)

¿Cómo ha influido la tecnología en la creación de máscaras y en el arte que usted realiza?

—Los convites han sido el escenario donde canalizamos nuestro talento. “Desde niño encontré ahí una forma de expresarme: empecé modelando figuras pequeñas, luego rostros, buscando siempre realismo. Nos gusta que, al ver una máscara, la gente diga: “Solo falta que hablen”, quizás inspirados en la bella forma poética de Pablo Neruda al referirse a una máscara con la mirada perdida y no obstante existente.

La máscara es una obra completa: integra escultura, pintura y detalles minuciosos. A través del convite, este arte encontró su lugar. Llevamos más de 30 años perfeccionándolo, y hoy caminamos de la mano con la tecnología.

Ahora modelamos en computadora, usamos impresión 3D y materiales de última generación. Pasamos de la vieja escuela —barro, papel, yeso— al uso de resinas, fibra de vidrio y herramientas digitales. Esa evolución nos ha permitido crear con mayor precisión y en menos tiempo. Lo que antes tomaba ocho días, hoy lo terminamos en tres.

Este 2025 cumplimos 30 años con nuestro sello Arte Jade, y queremos reafirmarlo como “Arte Jade: arte y tecnología”. Porque creemos en conservar los procesos artesanales, pero también en sumar tecnología como una aliada del escultor, nunca como su reemplazo.

(Foto: Prensa Libre / Juan Francisco Arévalo)

(Foto: Prensa Libre / Juan Francisco Arévalo)

Incluso los convites han comenzado a transformarse. Tradicionalmente, representaban culturas del mundo: una pareja de conquistadores, otra de africanos, otra de guerreros… Hoy, con la llegada de la inteligencia artificial y el arte digital, a veces ya no distinguimos si un diseño es maya, persa o egipcio. Esa mezcla refleja los tiempos que vivimos.

Por eso también formamos nuevas generaciones. Es fundamental sembrar en los jóvenes el interés por el arte. Que sepan que, aunque hoy todo se hace en computadora, aún existen el pincel, la gubia, el molde… herramientas que transmiten historia, arte y pasión. Hay que formar artistas conscientes de sus raíces y luego dejar que encuentren su propia voz.

¿Cuáles han sido los desafíos al dedicarse al modelado, la pintura y las máscaras?

—El mayor reto ha sido sostener una tradición artística en un entorno donde el arte carece de apoyo institucional. En el caso de los convites, los trajes, máscaras y todo el montaje son costeados por los propios participantes. Es una tradición viva, sostenida por los pueblos del occidente del país.

En Guatemala hay mucho talento: artesanos, pintores, escultores… pero el respaldo es escaso. Después de 30 años de mantener un taller que funciona de manera artesanal y autónoma logrando subsistir gracias a la venta directa de obras, puedo decir que no es difícil iniciar: lo verdaderamente complicado es mantenerse.

Lo valioso es ver cómo, a lo largo del tiempo, han surgido otros talleres, nuevos sellos, muchos formados aquí. Hoy seguimos siendo amigos y colegas.

Sembrar la semilla cual diáspora y visualizar que germina es una satisfacción enorme, pero vivir del arte, con dignidad y constancia, es un camino que no todos logran sostener y mantener.

Por años Arévalo ha trabajado en restauración y conservación de varias imágenes religiosas y escultura bustos históricos (Video: Prensa Libre / Juan Francisco Arévalo)