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El tablero del poder
No es solo una lucha por el poder, sino también por el acceso a recursos que son depredados en diversas áreas y de muy diferentes formas.
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Para comprender lo que ocurre en el país, es esencial analizarlo desde la perspectiva del poder. En el Congreso, hay una disputa entre dos grupos principales: los “tradicionales”, representados por Allan Rodríguez y Felipe Alejos, quienes han operado en los últimos dos gobiernos, y los “emergentes”, liderados por Luis Aguirre. En los próximos meses, durante el período de receso, se definirá quién se queda con el control, sin descartar la posibilidad de un pacto entre dos de ellos para excluir al tercero
El Legislativo ha sido considerado un botín desde hace tiempo, ya que nombra magistrados y al procurador de los Derechos Humanos (PDH), aprueba presupuestos y emite normas. En tiempos recios, el control del Congreso es vital, ya que puede imponerse al país una determinada agenda o bloquear al Ejecutivo, especialmente en un período en el que se elegirán magistrados de la Corte Constitucional (CC) y se conformará el Tribunal Supremo Electoral (TSE) para las próximas elecciones. Además, deben de convocar a las diferentes comisiones de postulación, o dejar de hacerlo, y entrampar cualquier proceso.
Sin embargo, este no es el único ámbito donde se mueven las fichas necesarias, ya que hay otros espacios que lo compensan o equilibran. La Corte de Constitucionalidad es esencial, y sin un tribunal ad hoc no se pueden tomar decisiones arbitrarias, ya que cualquier andamiaje puede venirse abajo con una resolución inesperada.
Además, en el contexto de un proceso electoral, como el de 2027, es crucial tener un TSE que valide o excluya a los partidos y candidatos participantes. La situación es similar a una telaraña que debe estar perfectamente tejida para evitar que la presa pueda escaparse.
El escenario internacional también apuesta por esto, quizá desde una perspectiva diferente, pero se ve envuelto e implicado en el proceso.
La lucha por el poder también ha afectado al Ejecutivo. La fractura del partido Semilla es reconocida incluso por sus miembros, y parte del oficialismo ha decidido distanciarse del actuar del presidente, mostrando una cohesión inexistente donde cada uno busca sus propios intereses.
No es solo una lucha por el poder, sino también por el acceso a recursos que son depredados en diversas áreas y de muy diferentes formas, en puertos, aeropuertos, comunicaciones y compras, entre otros. Tampoco se trata de una lucha por la democracia o siquiera por el predominio de una determinada ideología, sino la depredación de los recursos estatales al precio que sea, y desde cualquier parte. Y como no hay un servicio civil establecido, quien tome el poder dispone de fondos significativos que pueden terminar beneficiando a quienes colocan en puestos clave.
El escenario internacional también apuesta por esto, quizá desde una perspectiva diferente, pero se ve envuelto e implicado en el proceso. El lugar en la vida política mundana —no en la estratégica— que tuvo en los últimos años los EE. UU. ha pasado a manos de algunos embajadores de la UE que se hacen notar en el escenario nacional, y presionan para que las cosas sean de una determinada manera, en una suerte de neocolonialismo del siglo XXI.
Mientras todo esto se desarrolla tras bambalinas, millones de ciudadanos asisten a un espectáculo político del cual comprenden poco. Esta falta de claridad y entendimiento sobre los procesos políticos y la dinámica del poder deja a la población en un letargo nacional, ajena a las maniobras y acuerdos que se tejen entre sus representantes. Cuando eventualmente despierten de este letargo, se encontrarán con un sistema ya estructurado, que muy probablemente perpetuará la misma situación durante otros cuatro años. Así podrán repetir el debate que se produce desde hace tres décadas, sobre lo mal que está el país y cómo cambiarlo, aunque nunca pasa nada.