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Describiendo la pobreza
El espejo de la pobreza es la baja capacidad productiva
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Leí el informe de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) 2023, titulado Principales resultados de pobreza y desigualdad, publicado en agosto 2024 por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Son 78 páginas de cuadros y gráficas que describen la pobreza y desigualdad, vista desde diferentes ángulos, a nivel nacional y departamental.
La distribución del ingreso está en función de la distribución de la producción.
El primer capítulo presenta resultados de la encuesta con estadísticas sobre el consumo de los hogares y sus componentes; alimentos, vivienda y servicios básicos representan más de dos tercios del consumo a nivel nacional. El segundo capítulo, “Pobreza”, despliega resultados sobre las condiciones de vida, distingue entre pobreza extrema y pobreza total, con información desagregada por área, departamento, sexo, grupos de edad y nivel educativo. El capítulo cierra con un cuadro de estadísticas sobre “Condiciones de vida según situación de pobreza”, que incluye el siguiente comentario: “muestra que los niveles de acceso de los hogares a servicios como el agua, la electricidad y la red de drenajes varían según su condición de pobreza”. Sería innecesario realizar una encuesta para arribar a esta conclusión; los más pobres tienen menos acceso a servicios básicos.
El tercer capítulo del informe aborda el tema de la desigualdad a través del coeficiente de Gini, el índice de Atkinson y el índice de Theil, a nivel nacional y departamental. La medición de la desigualdad es la gran ventana de oportunidad de la clase política, el aparato estatal y la ingeniería social. Como suele ser en este tipo de estudios apoyados por el Banco Mundial, hay una sugerencia implícita de que la pobreza es causada por la desigualdad, o quizás es a la inversa. La pobreza es lamentable, mientras que la desigualdad es moralmente inaceptable porque es injusta. En este enfoque, pobreza es lo que unos hacen a otros; los que tienen menos son víctimas y los que tienen más son victimarios. De alguna manera se infiere que corregir la desigualdad conduce a reducir la pobreza.
Ver la tabla de contenidos para el capítulo 4: “Objetivos de desarrollo sostenible”; “Fin de la pobreza”, “Hambre cero”, “Educación de calidad” y, como no podría faltar, “Igualdad de género”, ofrece títulos que sugieren optimismo que pronto se apaga. El último apartado se titula “Paz, justicia e instituciones sólidas”, que muestra una sola gráfica con la “Proporción de niños menores de 5 años cuyo nacimiento se ha registrado ante una autoridad civil”, total, urbana y rural, acompañada del comentario; 96.9% fueron inscritos. Así se mide la paz, justicia y calidad institucional, sostenible.
Este tipo de encuestas son importantes porque los datos sirven como marco de referencia para evaluar la eficacia de políticas y acciones dirigidas a reducir la pobreza, así como orientar recursos donde son más necesarios. La desigualdad, en cambio, es una quimera instrumentalizada; la diferencia entre ricos y pobres es mucho menos relevante que el problema de cómo sacar a más hogares de la pobreza.
El desafío no es describir la pobreza. La distribución del ingreso está en función de la distribución de la producción, que, efectivamente, es muy desigual. El espejo de la pobreza es la baja capacidad productiva, facultades para crear valor. El desafío de la pobreza es más un problema de cómo aumentar la capacidad y oportunidad productiva, y menos un tema de justicia en el que hay que encontrar a los culpables. Hay más expertos enfocados en describir la pobreza e indignarse por la desigualdad que atendiendo y promoviendo las políticas y acciones para mejorar el clima de inversión.