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Criptas de la Catedral Metropolitana: la historia enterrada entre próceres, arzobispos y ciudadanos comunes
En los pasillos de las criptas de la Catedral Metropolitana no solo yacen los restos de obispos y presidentes, sino también duerme una parte olvidada de la historia del país.
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En los pasillos de las criptas de la Catedral Metropolitana no solo yacen los restos de obispos y presidentes, sino también duerme una parte olvidada de la historia del país.
El aire frío golpea el rostro apenas se cruza el umbral de la entrada. Un escalón tras otro conduce a las profundidades de la historia guatemalteca, donde el silencio solo se rompe por el eco de los pasos sobre piedra centenaria.
Diversas leyendas relatan que debajo de la Ciudad de Guatemala existe una serie de pasadizos subterráneos que comunican a diferentes edificios, en especial religiosos.
Aunque estos relatos no son del todo verídicos, bajo la Catedral Metropolitana, en un laberinto de pasillos fríos y nichos sellados por el tiempo, reposan los restos de quienes forjaron parte de la historia del país. Se trata de un espacio que guarda celosamente los secretos de una nación y que durante el año permanece cerrado al público y solo abre sus puertas dos días.
Es precisamente en estos pasillos subterráneos donde Guatemala ha depositado los restos de algunos de sus hijos más ilustres. Entre nichos y lápidas que narran vidas enteras en pocas líneas descansan personajes como Rafael Carrera, José María Reina Barrios y decenas de arzobispos, prelados y dignatarios que forjaron la identidad católica del país.
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Una solución arquitectónica
La historia de estas criptas comienza mucho antes de que el primer cuerpo fuera depositado en sus nichos. Cuando en 1773 los terremotos de Santa Marta destruyeron la antigua capital, en el Valle de Panchoy, la decisión del capitán general Martín de Mayorga de trasladar la ciudad creó uno de los conflictos más profundos entre el poder civil y eclesiástico de la época colonial.
“La Iglesia, como principal prestamista de la ciudad, tuvo un daño terrible en su erario —explica el profesor de historia Juan Alberto Sandoval—, porque cuando se traslada una ciudad, entre las normas que dictan los reglamentos de traslación está la exoneración de las deudas”. La Iglesia perdería lo que hoy equivaldría a miles de millones de quetzales, mientras que los deudores veían en el traslado una oportunidad para liberarse de sus compromisos financieros.
Según Sandoval, el conflicto se resolvió en 1779, cuando el rey Carlos III aceptó la renuncia del arzobispo anterior y nombró a don Cayetano Francos y Monroy, quien ordenó de inmediato el traslado de todas las instituciones eclesiásticas al nuevo emplazamiento en el Valle de la Ermita.
Pero la nueva catedral enfrentaba un desafío arquitectónico formidable. El solar asignado en la plaza mayor tenía un desnivel de 35 grados —espacio que actualmente va desde la octava hacia la séptima avenidas de la zona 1—. Como explica el historiador Walter Gutiérrez, catedrático titular de la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala: “La solución que aplica don Marcos Ibáñez, el diseñador original de la Catedral, es hacer un sistema de criptas donde la planta de distribución de la catedral que está sobre ellas se refleje hacia abajo”.
“Hay una catedral sentada sobre otro edificio, que es la cripta en sí misma —precisa Gutiérrez—. Es como un edificio en el cual el segundo nivel es la gran catedral, pero esto en realidad permite un mayor anclaje del edificio en el terreno”.
Lo que inicialmente fue una necesidad técnica para nivelar el terreno se convirtió en algo mucho más trascendental. Las criptas reproducen exactamente la disposición basilical de la Catedral: nave central, dos naves procesionales laterales y las naves criptocolaterales, con sus capillas específicas.

Los primeros huéspedes de la eternidad
La construcción de la Catedral comenzó en 1782, con el diseño del arquitecto Marcos Ibáñez, pero las criptas fueron completadas primero y bendecidas en 1796. Con paredes de casi tres metros de espesor, estas estructuras han resistido los terremotos de 1917, 1918 y 1976 prácticamente intactas.
El sacerdote Luis René Sandoval Quinteros, director de Comunicación del Arzobispado, afirma que la primera inhumación en el lugar fue la de Antonio Alonso Cortés, un canónigo de la catedral, importante para la vida social. Alonso Cortés era licenciado en Teología y en Derecho, según el vocero religioso.
Sin embargo, según el historiador Sandoval Aldana, algunos restos fueron trasladados desde sus lugares de reposo originales. Por ejemplo, la lápida más antigua data de 1792 y corresponde a un osario trasladado desde el Beaterio de Santa Rosa, donde la Catedral funcionó de manera temporal.
Es importante aclarar que el cuarto arzobispo, Cayetano Francos y Monroy, fue enterrado en Capuchinas, ya que las criptas aún no estaban habilitadas cuando falleció.

Los restos del expresidente Rafael Carrera descansan en una de las criptas de la Catedral Metropolitana.
Foto Prensa Libre: Erick Ávila

El mariscal de campo Serapio Cruz, conocido como Tata Lapo, también reposa en las criptas de la Catedral Metropolitana.
Foto Prensa Libre: Erick Ávila
Un espejo subterráneo de poder y fe
Entre 60 y 70 personajes descansan actualmente en dichos pasillos subterráneos, aunque solo se puede establecer la identidad de unas 50, por medio de sus lápidas. La distribución no es casual: bajo la nave del Evangelio reposan civiles de importancia política; en la nave central, los principales arzobispos; y bajo la nave de la Epístola, los religiosos que formaron parte de la vida eclesiástica guatemalteca, explica Sandoval Aldana.
Entre las mujeres enterradas allí —unas 12 o 15, según Sandoval Aldana— se encuentran la esposa y la hija de Rafael Carrera. Esto se debe a una realidad dramática de la época: muchas murieron por epidemias y el entierro en las criptas las protegía de la incineración o profanación que sufrían los cuerpos de víctimas de enfermedades contagiosas.

Aunque José María Reina Barrios fue un presidente de tendencia anticlerical, según el historiador Walter Gutiérrez, sus restos reposan en las criptas de la Catedral Metropolitana.
Foto Prensa Libre: Erick Ávila
El significado del espacio sagrado
“Para hablar de esto tenemos que recordar el significado de los cementerios. Estos lugares son dormitorios, donde los difuntos esperan la resurrección de los muertos”, de acuerdo con Sandoval Quinteros. “Estos cementerios se hacían en terrenos de la Iglesia; primero, para preservar con respeto los cuerpos de los difuntos, y segundo, para que estuvieran en un terreno sagrado donde el día de la resurrección pudieran también participar de ella”.
Esta concepción teológica conecta las criptas guatemaltecas con una tradición milenaria que se remonta a las catacumbas romanas. “Las criptas son lugares específicos que se hacen debajo de las catedrales para enterrar a personalidades de la vida religiosa, política o social —continúa el sacerdote—. Ese contexto histórico viene desde la Edad Media, donde se hacen las grandes catedrales en Europa, en las que se reserva ese lugar específicamente para reyes, arzobispos, obispos y personalidades de la comunidad”.
Durante la reforma liberal de finales del siglo XIX se prohibieron los entierros en las iglesias, por razones de salud pública. “Más o menos en 1880, con Justo Rufino Barrios, se empezó a trasladar todo al Cementerio General”, comenta, en referencia al cementerio del Sagrario, que se encontraba detrás de la catedral, donde actualmente se ubica el Mercado Central.
“Se quita totalmente esa capacidad de las criptas de enterrar cuerpos ahí”, explica Gutiérrez, y solo se inhuma a las personas que tienen dignidades episcopales o presidenciales, como Rafael Carrera o José María Reina Barrios”, prosigue.

Monseñor Tomás Barrios Sánchez fue el último en ser enterrado en las criptas de la Catedral Metropolitana, en el espacio que anteriormente ocupaba monseñor Próspero Penados del Barrio.
Foto Prensa Libre: Erick Ávila

Espacio en las criptas de la Catedral Metropolitana donde estuvieron enterrados monseñor Juan José Gerardi y monseñor Próspero Penados antes de ser trasladados a la parte superior del templo.
Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL
Los arzobispos mantuvieron el privilegio de ser sepultados en la catedral, con permisos especiales que actualmente concede el Ministerio de Salud Pública.
El último en ser inhumado en las criptas fue monseñor Tomás Barrios Sánchez, en el 2023, en el sitio que antes ocupaba monseñor Próspero Penados del Barrio, que fue trasladado a la parte superior del edificio, junto a monseñor Juan José Gerardi.
Entre los monumentos más destacados de esa parte de la Catedral se encuentran las tumbas de Rafael Carrera, José María Reina Barrios y el mariscal de campo Serapio Cruz. “Se tendía a pensar que son personajes que han sido polémicos para la Iglesia —reflexiona Sandoval Quinteros—, pero es importante saber que son personas y que el cuerpo es sagrado para la Iglesia. Por eso también se permitió el enterramiento de estas personas”, indica.
La Catedral no es el único templo capitalino que cuenta con criptas. “Tiene la Merced, tiene Santo Domingo y tiene San Francisco”, enumera Gutiérrez. Sin embargo, estas últimas se encuentran en diversos estados de conservación. Las criptas de San Francisco están inutilizadas, debido al colapso de la bóveda durante los terremotos del siglo XX, mientras que las de la Merced y Santo Domingo están en buen estado, pero ninguna está abierta al público.
En La Merced y en Santo Domingo no solo hay criptas, sino también panteones especiales para el entierro de frailes, lo que demuestra la importancia que estas órdenes religiosas otorgaron a los funerales.

Ubicación actual de las tumbas de monseñor Juan José Gerardi y monseñor Próspero Penados del Barrio, en la parte superior de la Catedral Metropolitana, donde permanecen juntas, por petición expresa de ambos.
(Foto Prensa Libre: Erick Ávila)
Un retorno de funcionalidad
Recientemente, las criptas se han vuelto centro del debate público, debido a un nuevo proyecto que permite a particulares adquirir espacios para columbarios. Esta iniciativa ha desatado controversia, pues algunos la ven como una comercialización indebida del patrimonio nacional.
Sin embargo, Gutiérrez ofrece una perspectiva histórica reveladora: “Si lo vemos así, fríamente, ese espacio está hecho para eso, para vender los espacios. La Catedral tenía criptas, pero no regalaba el espacio para que se fuera enterrado ahí. Si usted pagaba —y pagaba mucho—, se enterraba ahí”, cuenta.
El historiador explica que las criptas se financiaban originalmente a través de las capellanías: enormes donaciones que la gente hacía a la Iglesia para que se celebraran misas por la salvación de su alma. “Eran cantidades enormes de dinero que la gente pagaba para que siguieran pidiendo por su alma durante las misas. Con eso, las catedrales o las iglesias que tenían criptas se podían sostener y mantener”, refiere.
Sandoval Quinteros defiende la iniciativa desde una perspectiva práctica y teológica: “En las grandes catedrales de Europa, dígase Hamburgo, y otras como la de México, ya hay proyectos de columbarios donde se colocan las cenizas de los difuntos”.
La Iglesia católica acepta la cremación, pero con condiciones específicas. “La persona cremada debe tener un lugar en el cementerio, porque sus restos deben estar en un lugar adecuado, bendito, para poder esperar la resurrección de los muertos —explica el sacerdote—. Las cenizas no se pueden tirar al mar ni se pueden hacer joyas, ni se pueden tener en la casa como si fueran un trofeo”, advierte.

Las mujeres enterradas en las criptas fueron protegidas de la profanación, por epidemias de la época.
Foto Prensa Libre: Erick Ávila

Dentro de las criptas se encuentra una pequeña capilla en la que los familiares de los difuntos oraban por sus almas.
La diferencia fundamental con el proyecto actual radica en el estatus patrimonial del edificio. “Como la Catedral es patrimonio de la Nación y es tipo A, no se puede hacer un proyecto que modifique la estructura de las criptas”, señala Gutiérrez. Entonces, solo se pueden hacer cambios que sean reversibles.
Por ello, el nuevo sistema de columbarios para cenizas es técnicamente removible, a diferencia de los nichos tradicionales para cuerpos.
Esta perspectiva no es exclusiva de Guatemala. En México, la Basílica de Guadalupe tiene criptas donde “la gente paga mucho por estar sepultada donde está la visión de Guadalupe”. En España, la Catedral de Cádiz opera bajo un sistema similar. “Podrá parecer antidemocrático, si se quiere ver así”, afirma Gutiérrez, “pero es más democrático que lo que era antes. Porque antes, cuando fueron planificadas, estaban destinadas a capitanes generales, jueces de residencia, marqueses, obispos, arzobispos. Hoy no importa su título, sino que tenga la capacidad de contribuir a sostener la Catedral”.
Sandoval Quinteros coincide en que el sitio “no ha sido exclusivo; es decir, ha estado abierto para las personas que podían solicitar este enterramiento, preferentemente arzobispos y eclesiásticos, pero abierto siempre a quienes deseaban hacerlo. Y ahora también está abierto a quienes han querido optar por este tipo de enterramientos y desean también estar en un lugar sagrado”.

Apertura del espacio en las criptas de la Catedral Metropolitana, donde fue enterrado monseñor Óscar Julio Vian Morales, el 27 de febrero del 2018.
Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL
Histórica apertura
Uno de los efectos más positivos del nuevo proyecto es la mayor apertura del espacio al público. “En su momento solo se abría a los guatemaltecos el 1 y el 2 de noviembre —explica Sandoval Quinteros—. Ahora, probablemente estará abierto durante más tiempo. Será un espacio de oración pública para los familiares de quienes estén allí enterrados”.
Tradicionalmente, cada Día de Todos los Santos y Día de los Fieles Difuntos estas criptas abren sus puertas al público. Con el nuevo proyecto, es probable que esta apertura se amplíe, lo que permitirá que más guatemaltecos conozcan este espacio donde la historia nacional cobra una dimensión tangible, aunque silenciosa.

Tradicionalmente, cada Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos las criptas están abiertas al público.
Foto Prensa Libre: Erick Ávila
El legado arquitectónico de una ciudad viajera
Caminar por estos corredores es, literalmente, transitar por las entrañas de la historia patria.
Cada paso sobre la piedra centenaria conecta con los siglos que han moldeado la identidad guatemalteca: desde la época colonial hasta la República, desde los conflictos hasta la consolidación de la Iglesia católica como institución fundamental del país.
El debate actual sobre la posibilidad de comprar un espacio en las criptas refleja tensiones más amplias entre la preservación del patrimonio y las necesidades económicas de mantenimiento, entre la democratización del acceso y la preservación de la exclusividad histórica.
En la superficie, la vida de la capital guatemalteca transcurre ajena a este mundo subterráneo. Pero bajo sus pies, en la penumbra eterna de las criptas, la historia sigue escribiéndose en silencio, esperando a que cada noviembre —y ahora, quizás, con mayor frecuencia— los vivos vengan a rendir tributo a quienes forjaron la patria que heredamos.
Las criptas de la Catedral Metropolitana no son solo un cementerio subterráneo, son el corazón de piedra de una nación que ha sabido honrar a sus muertos mientras construye su futuro sobre los cimientos sólidos de su memoria colectiva.
Y ahora, en una nueva etapa de su larga historia, vuelven a cumplir su función original: ser el lugar de descanso eterno.
