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150 manatíes resisten en el Caribe guatemalteco y su principal amenaza es el ser humano
El manatí es conocido por el pueblo q’eqchí’ como wakax ha’, que significa vaca de agua, una especie cuya población no supera los 150 ejemplares en el Caribe guatemalteco y que está en peligro de extinción.
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El agua del Caribe guatemalteco alberga una especie marina que está en peligro de extinción: el manatí, del cual se calcula que existen unos 150 ejemplares en territorio nacional. Es una población extremadamente pequeña, por lo que está incluida en la Lista de Especies Amenazadas de Guatemala (LEA).
En q’eqchí’ se le conoce como wakax ha’, que significa vaca de agua, una descripción apropiada debido a su gran tamaño y a su hábito alimenticio, ya que consume pasto —marino— y vegetación acuática.
Su movimiento es lento y relajado, y avistar un ejemplar es tan difícil como encontrar una aguja en un pajar, pero en el agua, no solo porque se mantiene en áreas desoladas, sino porque es difícil divisarlo a nivel del mar; para localizarlo es mejor hacerlo desde el aire, mediante un dron o sobrevolando el área en avioneta.
Un equipo de Prensa Libre se trasladó a Puerto Barrios, Izabal, para iniciar desde allí una travesía en lancha en busca del manatí antillano, como se le denomina a la especie que habita en la región del Gran Caribe, desde el sur de México hasta las costas de Brasil.
El viaje comenzó a las 6.00 horas en Punta de Palma. Un dron recorrió una gran extensión del mar durante más de media hora, sin éxito. Fue necesario trasladarse al siguiente punto: la bahía de Amatique, un sitio donde el agua es más tranquila y los lancheros circulan con poca frecuencia. Solo se escuchaba el oleaje al chocar contra la embarcación y el sonido de las gaviotas y de los pelícanos al volar por el lugar.

De nuevo el dron se elevó para inspeccionar el área y, después de varios intentos de peinar la zona desde el aire y de dos horas y media de espera en completa quietud, ¡por fin!
El piloto de la lancha dijo: “Allá, allá se ve el lomo”, mientras señalaba con una mano el punto donde se observaba a varios manatíes sacar por unos segundos la nariz del agua para respirar y luego volver a ocultarse.
Fue una combinación de suerte y paciencia, pues avistar un grupo de cinco o seis ejemplares no es habitual —es un animal solitario—. Solo sucede en época de apareamiento, cuando la hembra suele atraer hasta diez machos que la buscan con fines reproductivos.
Desde el aire, la imagen es imponente: en medio de una extensión de mar cristalino se observan los cuerpos grises de los manatíes que se desplazan en sincronía. Estos mamíferos pueden medir hasta cuatro metros de largo y pesar más de una tonelada. Nadan en aguas no muy profundas y cálidas, y salen a la superficie cada tres o cinco minutos para respirar; en ocasiones, se puede escuchar el resoplido cuando sacan la nariz del agua.

Desde el fondo
Fabiola Corona, bióloga e investigadora asociada del Centro de Estudios Conservacionistas (Cecon), menciona que el manatí se alimenta de pastos marinos y plantas acuáticas, con lo cual regula la población de especies vegetales en las costas de Guatemala y en cuerpos de agua dulce, como el lago de Izabal y los ríos Dulce y Sarstún.
“En nuestro pedacito del Caribe tenemos al manatí, y la calidad de la vegetación permite que la especie esté aquí; pero no es solo la disponibilidad de alimento, sino que también encuentra refugio, pues las hembras —que se encargan de las crías— buscan sitios tranquilos, como esteros y bahías, donde hay poca actividad humana para criar a sus bebés”, dice.
El tiempo de gestación de estos mamíferos es de 13 meses y solo nace un pequeño ejemplar, por lo que la tasa de reproducción es baja.
Guillermo Gálvez, de la Fundación para el Ecodesarrollo y la Conservación (Fundaeco), agrega que la especie contribuye a mantener el equilibrio, dispersar y renovar la flora acuática. Además, las heces del animal funcionan como nutrientes y alimento para descomponedores y otros organismos que se hallan en el sedimento marino.

Los manatíes dedican la mayor parte de su tiempo a descansar, viajar y comer, y pueden consumir a diario entre el 10% y el 15% de su peso corporal en vegetación. Son animales de gran tamaño y de forma redonda; su piel es áspera y está recubierta de pelo; tienen dos aletas pectorales que les ayudan a movilizarse en el agua y una cola con forma de paleta.
Por su apariencia, según leyendas, los marineros los confundían con sirenas, y lo que Cristóbal Colón vio durante su primer viaje a las Américas y describió en su diario como sirenas con rostro masculino bien pudieron ser manatíes que se cruzaron en su camino.
Estos mamíferos necesitan agua dulce y fresca para beber; por ello, no es casualidad que se les ubique en las desembocaduras de los ríos, y pueden llegar hasta el lago de Izabal.

Especie en peligro
El ser humano es la principal amenaza para el manatí, al que busca principalmente por su carne, pero también porque algunos pueblos consideran sus huesos un amuleto de buena suerte. La caza furtiva de esta especie está prohibida en Guatemala, según el Acuerdo Presidencial del 17 de diciembre de 1981.
La captura incidental con redes de pesca y redes de arrastre también pone en riesgo a este mamífero, porque puede quedar enredado entre los hilos y terminar asfixiado.
Otro peligro para el animal es el paso de embarcaciones, pequeñas o grandes, que navegan a alta velocidad en los cuerpos de agua y pueden lastimarlo. Hay casos de ejemplares que han sido golpeados por lanchas o por las hélices de los motores, lo que les deja heridas o mutilaciones que pueden causarles la muerte.
La vegetación de la que se alimentan crece en aguas poco profundas y, cuando están en busca de comida —forrajeando—, nadan cerca de la superficie; es en ese momento cuando están en mayor riesgo por el aumento de embarcaciones y turismo en el sector.

Corona indica que se han hecho esfuerzos de investigación para estimar la cantidad de manatíes en aguas guatemaltecas. La organización Detectores de la Naturaleza ha liderado sobrevuelos en avioneta para obtener dicha información y, en 2023, publicó que la población es estable —alrededor de 150 ejemplares—; sin embargo, ha habido un cambio en su distribución, ya que antes no se les veía en aguas del río Dulce.
Por otro lado, se hace un esfuerzo por crear un reglamento de navegación para regular el paso y la cantidad de embarcaciones en los lugares donde el mamífero ha sido identificado. Sin embargo, la falta de una ley que regule la navegación en los cuerpos de agua dulce ha dificultado que el tema avance.
“Hay que señalizar esos sitios para que los lancheros estén prevenidos, para que no se acerquen o naveguen a velocidades bajas en los lugares donde —los animales— son frecuentemente vistos”.
Fabiola Corona, bióloga e investigadora asociada del Cecon
El manatí es una especie esquiva y, si hay perturbación humana a su alrededor, se desplaza a otros sitios, excepto cuando está en celo. Es durante esa etapa que ha podido ser captado en videos y fotografías. Pese a que es un animal tranquilo, no significa que sea amigable; si se siente amenazado, se defenderá con coletazos contra quien invada su espacio, por lo que las personas deben mantener su distancia al observarlo.
Esfuerzos de conservación
Tania Sandoval, asesora de vida silvestre para el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap) en Izabal, señala que el manatí está en la lista de especies amenazadas de Guatemala. En la publicación de 2009 se ubicó en la categoría 2, pero en la actualización de 2021 subió a la 1, que advierte un peligro crítico.
El Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap) desarrolló una estrategia nacional para la conservación del manatí y su hábitat. Sandoval menciona que las actividades humanas en las cuencas altas tienen un efecto negativo en el ecosistema donde se mueve el animal. La erosión y la deforestación provocan una disminución de los pastos marinos, mientras que la alta sedimentación puede llegar a cubrirlos.
La estrategia busca manejar y proteger el hábitat del manatí y sus zonas de influencia en la región del Caribe guatemalteco, proteger y monitorear la población actual en territorio nacional, además de aumentar la valoración social y cultural de la especie en su área de distribución natural.
Según el Sistema Guatemalteco de Áreas Protegidas (Sigap), hay ejemplares en áreas protegidas:
- Refugio de Vida Silvestre Bocas del Polochic
- Refugio de Vida Silvestre Punta de Manabique
- Área de Usos Múltiples Río Sarstún
- Parque Nacional Río Dulce
- Lago de Izabal.
Entre las acciones de conservación de este mamífero, el Conap capacita a guardarrecursos para realizar reportes de varamientos vivos o muertos, así como el registro de avistamientos, reproducción, actividades ilegales de caza y educación ambiental.
Sandoval indica que hace falta investigar más sobre la especie, conocer si hay migración o intercambio de los ejemplares localizados en territorio guatemalteco con los de otros puntos del Caribe. Se necesita el marcaje de ejemplares para monitorearlos; sin embargo, lo que se ha logrado establecer es que, desde hace tres años, la población se mantiene y que la época de apareamiento es en verano.
“De parte de la institución contamos con una estrategia, pero la implementación requiere recursos financieros. Una de las acciones es la investigación, pero para hacerla se necesita recurso humano y económico”.
Tania Sandoval, asesora de vida silvestre para el Conap en Izabal
Señala que, cuando la población se involucra en la protección de la especie y denuncia la cacería furtiva, se organiza un operativo interinstitucional. El Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap), en coordinación con la Policía Nacional Civil y el Ejército, inspecciona las embarcaciones y verifica que no lleven carne de manatí. Esto ha disminuido dicha práctica por parte de los pescadores.
Sin embargo, la lentitud del sistema de justicia para dar seguimiento a las denuncias limita los esfuerzos de conservación del wakax ha’, pese al trabajo de las instituciones por proteger la especie en aguas guatemaltecas.