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Politiquería: causa de los problemas del país
La realidad nacional deriva de la politiquería, remedo de la Política, cuyas bases filosóficas milenarias aún persisten.
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Un viejo proverbio señala: entender un problema es llegar a la mitad de la solución. Para entenderlo es necesario analizar no sólo sus causas superficiales, sino aquellas ocultas, refundidas o rechazadas por varias razones complejas y difíciles de entender. En el caso de Guatemala, hundida en un pantano de discusiones de temas importantes, pero casi nunca fundamentales, ese problema, tragedia o como quiera llamársele, se encuentra refugiada, escondida, en la politiquería burda con la cual ha sido sustituida la Política —con mayúscula—, a partir del nacimiento de la Constitución actual hace 40 años, practicada por los nueve gobernantes y Congresos, causante de un descenso imposible de negar y detener, con el agregado del desinterés ciudadano de involucrarse.
La realidad nacional deriva de la politiquería, remedo de la Política, cuyas bases filosóficas milenarias aún persisten.
Es útil recordar los criterios de los grandes pensadores griegos de hace tres milenios, porque ayudan a explicar la tragedia nacional. Para ellos, la Política es una ciencia y un arte. Platón la califica como el arte de gobernar con justicia y buscar el bien común y la felicidad ciudadana, una tarea cuyos mejores realizadores son los filósofos, quienes buscan la realidad verdadera, existente en el mundo de las ideas. Para Aristóteles se logra con la organización de la sociedad, la observación del mundo sensible y la importancia de la experiencia. Sócrates busca la virtud o rectitud por medio del conocimiento de uno mismo y del diálogo. Al buscar estas características en las actitudes de los politiqueros guatemaltecos, brillan por su ausencia. De ahí el fracaso.
Se debe pensar además de los efectos colaterales de esa burda y nefasta politiquería, definida como practicar una política con superficialidad, intrigas y bajeza, elementos integrantes además de la corrupción. Ejemplos: las negociaciones bajo la mesa de funcionarios de gobierno y pseudo líderes sindicales, representantes de sectores económicos, militares y demás. Esa corrupción burocrática —dentro del Congreso, digamos— mata por medio de leyes venales, accidentes, falta de medicinas, y es parte esencial de la politiquería, aunque quienes la realicen no tengan relación directa con la burocracia. El error de la sociedad guatemalteca constituye en no buscar las causas profundas, sino sólo rechazar la superficialidad y colocarse en una cómoda inactividad.
Esta serie de razones reales, al ser conocidas permiten ver la necesidad de cambios fundamentales a fin de lograr algo distinto. Pero como este conocimiento es difícil y requiere del diálogo entre personas con pensamiento divergente, otra acción cómoda es rechazar el pensamiento del otro, aunque haya numerosos factores donde es posible encontrar acuerdos. No se logran a causa de la tenacidad de la equivocación y al mismo tiempo el temor de estarlo por considerar esto una derrota, no un avance ni una solidez de los criterios. El peor resultado es la profundización extrema de las diferencias, con lo cual es imposible el acuerdo, aunque este constituya la base del avance del pensamiento al permitir nuevas posiciones voluntarias y complementarias, no contrarias.
La politiquería permite considerar a nuestro interlocutor como alguien cien por ciento equivocado y a uno mismo cien por ciento acertado. Eso es imposible, destruye el diálogo, provoca la violencia incluso mortal. Entender y aceptar esto, ayuda a realizar los cambios constitucionales ya mencionados y representa un valentía cívica y beneficio nacional, imposibles si hay terquedad. Es importante señalar además otra condición nueva y fundamental: el respeto al pensamiento ajeno, lo cual no significa sumisión sino búsqueda de madurez, porque implica involucrarse en ese pensamiento distinto para decidir cuáles acciones son aceptables. Finalmente, el logro de ese pensamiento compartido necesita la participación de personas dignas y de buena voluntad.