Izquierdas elitistas, ¿para qué?

Izquierdas elitistas, ¿para qué?

¿Acaso no ambos, al final, perpetúan el estado de las cosas?

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Resumen Automático

18/06/2023 00:02
Fuente: Prensa Libre 

Con el evento electoral que se asoma, la discusión política se mete un poco más a la sobremesa. En esta cena noto que los cuatro jóvenes presentes dicen buscar opciones distintas a las visiones conservadoras. Hay fastidio contra eso, aún en ambientes estudiantiles que son aventajados. Seguramente, nada nuevo; pero ahora menos debiera de extrañar, sabiéndolos tan íntimamente interconectados con un mundo más adelantado; más superado del estancamiento ideológico que a este feudo empantana. Desde ya, saben identificar a quiénes —sin fundamento— buscan la exclusión de grupos minoritarios. También logran identificar a quienes usan verborrea tradicional, religiosa y moralina, solo para lograr sus turbios fines escondidos. Así, uno por uno, comparten en recio el símbolo partidario que les han llamado la atención. Dicen que votarán por la “izquierda”, pues su mensaje se alinea con las ideas de inclusión que, desde ya, apasionadamente defienden. “Izquierda”, escucho yo, preguntándome si esta opción realmente existirá en las papeletas.

No es cosa sencilla lograr definirse plenamente con una ideología. Menos aún, si se trata de reducir a una opción dicotómica. De hecho, se escucha que hasta los politólogos se debaten entre sí sobre si las etiquetas de “izquierda” y “derecha” aún están vigentes. A veces les agregan la “s” del plural para lograr más amplitud a los conceptos. ¿Cómo lo entiendo? La clave está en el reconocimiento de que en la sociedad existen grupos con privilegio. Y que, por tanto, hay grupos sin privilegio. La izquierda propondría políticas orientadas a buscar equidad para esos grupos desfavorecidos. La derecha, en cambio, negaría su existencia, o vería negativo favorecerles especialmente. ¿Quiénes tienen privilegio? En Guatemala, los de ascendencia europea y los ladinos; los hombres; los cristianos; los heterosexuales; y la gente local, entre otros.

Sin embargo, en Guatemala, tremendos problemas tiene quien busca identificarse con causas de izquierda. Tras una guerra sangrienta que casi aniquiló a todo un pensamiento, su necesaria base quedó hecha trizas. Luego, la desorganización de un grupo no homogéneo no logró una propuesta clara. Los intereses personales y los egos se antepusieron siempre al verdadero ideal. Y ahora, tras Cicig y el develamiento de la cercanía entre las derechas y el estado de corrupción, la persecución contra candidatos no alineados fue certera. El sistema electoral filtró, dejando escasas alternativas. Quizás, únicamente las que no tenían posibilidades reales de ganar la elección. De ahí que, si los candidatos realmente buscaran la justicia social que una izquierda está llamada a buscar, era imprescindible que se despojaran de su ego y sus intereses personales.

Cuando aquellos cuatro jóvenes de la mesa todos coincidieron con simpatizar con el mismo partido de “izquierda”, a mí, lo que me dio fue congoja. Siento que se identifican con su mensaje, que ciertamente es más inclusivo, pero falta cuestionar si estos partidos han trabajado para lograr efectiva equidad para aquellos grupos desfavorecidos. Yo, personalmente, los veo como élites. Élites intelectuales, ideológicas y hasta económicas, que no se rozan con el pueblo al que están llamados a incluir. Burbujas urbanas, totalmente desconocidos en los departamentos rurales donde viven las mayorías abandonadas. Llenos de soberbia son poseros del Instagram que solo ganarían una elección si esta se realizara en Twitter. ¡Vaya congruencia con la realidad del país que dicen conocer! Hace que uno se pregunte quién es peor: si quien abiertamente se presenta con colores del conservadurismo privilegiado, o quien prostituye las banderas sociales, usándolas para causas que solo son personales. ¿Acaso no ambos, al final, perpetúan el estado de las cosas?